jueves, 26 de julio de 2012

Algunas imágenes...






Nena y Saphira

Nena y Saphira son mis dos dogos. Una, negro noche muy negra. La otra, arlequin de tres colores. Una, 70kg de puro músculo, la otra 60kg de energía desbordante. No son hermanas de sangre porque no son hijas ni de la misma madre ni del mismo padre, pero lo son de vida.
Llegaron a mí vida con un mes escaso de diferencia -el que se llevan- y en una etapa de mi vida cuanto menos, compleja. En abril y mayo cumplieron cuatro años.
No creo que ellas conciban su vida la una sin la otra y, desde luego yo, no la concibo sin las dos.
No deja de fascinarme cuánto y cómo se quieren, cómo se cuidan y se complementan, cómo sus respectivas personalidades se han desarrollado en compensación de la otra.
Me encanta recordar, viendo fotos y vídeos, cómo eran de cachorros, cómo jugaban, cómo compartían colchón, sofá y lo que se les pusiera por delante.
Nena, tiene un físico realmente imponente y una energía natural solemne y pétrea. Suele asustar a quien no la conoce. Saphira no para quieta y es una especie de cabra loca gigante. Su planta es de una elegancia poco corriente. Parece que esté posando siempre.
Nena es el ser más amoroso y peluchón del mundo mundial. Setenta kilotes de mantecado de fresa. Cada lametón es un baño, cada rabazo un latigazo que deja los muslos como si te hubiesen azotado. Es tímida y no tiene tendencia a meterse en líos jamás. Le encantan los niños y las personas. Sin embargo ejerce de chulona, tal como cabría esperar de ese aspecto.
Saphira es juguetona y alocada, los humanos le interesan poco. Es intolerante y caprichosa y tiene muy mal genio cuando algo no le va a pelo. Pero es otro peluche gigante. Le encanta ponerse de pie sobre mis hombros (me saca media cabeza y yo mido 1,70) y estrangularme con esas patas delanteras más gruesas que mis brazos mientras me mordisquea la cara y me deja hecha un asquito.
Siempre están ahí, sienten como nadie los estados de ánimo y siempre saben cómo hacerte saber que saben cómo estás, que te quieren y te apoyan y saben escoger el momento exacto en que depositando ese cabezón encima de tu regazo, hacen que las tinieblas se esfumen.
Mis dos pequeñas cachorros humanos las adoran y ellas las tratan con una dulzura y un cuidado imposible de creer si no se ve: parecen bailar a su alrededor, sin jamás golpearlas, ni tirarlas, dejándose pisar, usar de colchón, de cama elástica...
Me considero muy afortunada por vivirlo.

martes, 3 de julio de 2012

Me Quiero Ir

Sí, hay días -cada día más- que siento el impulso salvaje de marcharme de este país lamentable. No quiero seguir aquí, porque siento tanta vergüenza ajena que me horroriza la idea de que mis hijas crezcan aquí.

Un país de cretinos, con más de cinco millones de parados pero en el que más de once mil ciudadanos se van a Kiev a ver un partido de fútbol.

Un país en que no salimos a la calle para defender los derechos de los trabajadores, la cultura, la sanidad, pero cientos de miles se lanzan como auténticos descerebrados a la calle, jaleando el éxito de un equipo de once mamarrachos que por pegarle patadas a una pelota se van a llevar trescientos mil euros o los que sean, libres de impuestos, por no hablar de los que se han llevado ya con sus respectivos equipos en concepto de fichas completamente pornográficas y en concepto de contratos publicitarios más indecentes si cabe. Y los ensalzan como a héroes.

Un país de reality, con unos gobernantes imbéciles que sacan pecho mientras nos hundimos, diciendo que lo nuestro no es un rescate que es un préstamo a los bancos.

Un país en que alguien como Esperanza Aguirre preside una comunidad autónoma en vez de estar encerrada en un instituto mental. Y como ella, tantos otros.

No consigo aparcar la náusea ni de coña. Y me planteo seriamente seguir desperdiciando mi tiempo, mi vida, mi corazón y mi inteligencia en este país de mierda en donde todo aquel que no es pura mierda no tiene más futuro que ser aniquilado.

Y repito, no quiero que mis hijas crezcan en un sitio así.